9.23.2007

Ejercicio: Crónica

Llegamos cuarenta y cinco minutos pasadas las tres. Demasiado tarde, pensé entonces. En ese momento no sabía que la reunión del Comité Patriótico del No se extendería hasta casi las siete de la noche; de haberlo sabido quizás hubiera elegido llegar una media hora más tarde. De cualquier forma, a pesar de la hora, habían otras personas aún afuera en las instalaciones del OVSICORI de la Universidad Nacional: un hombre cuarentón con una barba que le daba un aspecto desaliñado; un par de cincuentones cuyos gestos los delataban como políticos veteranos, si bien no de ocupación por lo menos de pasatiempo—mi papá los saluda con entusiasmo y él es de ese tipo de político apasionado—; dos mujeres jóvenes, una que parece ambientalista, la otra es una macha que me distraería no pocas veces de la reunión. Entramos todos a la vez a un salón donde los pupitres estaban acomodados rodeando el centro (posiblemente por aquello de la no jerarquía, la descentralización, todos somos iguales, etc) y la reunión empezó. La ocasión: instrucciones y capacitación para los fiscales heredianos del No en el Referéndum.

Carlos Montero, coordinador del Comité, inició la capacitación presentándose y declarando que deseaba que el Sí y el gobierno jugaran limpio. Le cedió la palabra a Doña Carmen, cuyo apellido no recuerdo, quién nos guió—bueno, nos intentó guiar—por el resto de la reunión. Nos pidió que nos presentáramos; el machote era: yo soy Fulanito y trabajo con el Movimiento Super Democrático del Jamás TLC en Barva. Entonces llovieron nombres: Milagro, Pablo era uno de los políticos curtidos, Manrique era el barbudo, Sergio, Kattia era la macha, Allan, Daniela, Isabel, Vivian, Víctor, Róger, un Paul de anteojos de pasta, Liliana, Joaquín es un ayudante, etc. Calculo que había un poco menos de treinta personas.

Tras la presentación, doña Carmen inició un ejercicio didáctico para reconocer las labores de cada persona el día de la votación. A las 3:20 p.m., treinta minutos después, todo estaba más confuso; las preguntas de la gente alargaban (y alargarían) el asunto. Que el miembro de mesa del TSE hace esto, que el fiscal aquello, que el asesor legal aquello otro… Media hora después, a las 3:50 p.m., nos dijeron que había refrigerio, pero no sería hasta las 4:30 que saldríamos al ansiado receso. Por el momento, siguieron las discusiones sobre si se podía o no usar celular en caso de emergencia, de cuando se anulaba el voto, de dónde podía estar el fiscal, de a quién había que llamar si había fraude…

El café negro y las galletas fueron un alivio, pero volvimos quince minutos después. Hubo una ovación: Kevin Casas había renunciado. Entonces, como actividad final, nos dijeron que hiciéramos grupos para representar la apertura, desarrollo y cierre de las votaciones; la actividad duró hasta las 7. Casi todos actuamos e hicimos preguntas. Al final, estábamos cansados pero satisfechos. Habíamos estado cuatro horas allí, pero sabíamos que todo iba a valer la pena, si logramos por lo menos rescatar un voto. Cuando salimos tuve un fugaz sentimiento de pertenencia y de optimismo. Es bueno creer en algo; lo mantiene a uno vivo. Hasta el 7 de octubre me va a durar la fe.

No hay comentarios: